Bolsonaro e Sérgio Moro. Adriano Machado/Reuters
No hay manera de no ser prolijo o crítico sobre lo que sucede hoy en día en el gobierno de Bolsonaro. Su postura autoritaria e irresponsable frente a la pandemia que afecta no sólo al país, sino también al mundo, es algo que podemos considerar natural ante un presidente que no participó en debates públicos ni presentó su propuesta de gobierno. Digamos, en resumen, que la política individualista y proteccionista (en relación con su propia familia) es algo esperable.
El fenómeno Bolsonaro comienza, en mi opinión, con el fracaso de los gobiernos democráticos frente a la administración pública. El pensamiento neoliberal se ha hecho cargo de las administraciones estatales y ha socavado las políticas para mejorar la salud, la educación y la seguridad públicas. Por lo tanto, hubo una creciente explotación del discurso neoliberal – donde el trabajador común se convierte en un potencial emprendedor – para engañar al pueblo brasileño.
Empecemos con las elecciones infladas de 2014, que, motivadas por movimientos populares en las calles del país durante el año anterior, ocurrió una polarización de la llamada “nueva derecha”. Encabezada por Aécio Neves, el candidato de PSDB¹, también hubo una creciente ola de discurso misógino relacionado con la entonces presidenta Dilma Rousseff y la preocupación económica, ya que, en el año 2014, hubo una fuerte crisis económica a nivel mundial y un aumento drástico del desempleo en el país.
Además, bajo las investigaciones de un helicóptero con quinientos kilos de cocaína en la granja de un miembro de la familia, Aécio Neves logró – junto a grupos que nacieron en ese momento, como el Movimento Brasil Livre (MBL) y el Vem Pra Rua – inflar el discurso de un pensamiento de derecha que más tarde se volvería más agresivo y con posturas fascistas, a cargo de Jair Bolsonaro.
Pude ver, como elector, que los votantes restantes de esas elecciones de 2014 fueron, desde la victoria de Dilma Rousseff, sin un representante “a la altura de la tarea”, porque poco después de las elecciones el intento de Aécio y del PSDB de cancelar las elecciones fue insuficiente. Un error, visto que Aecio ya estaba revolcándose en acusaciones de corrupción y vio su imagen demasiado polvorienta para una futura candidatura.
Así nace Bolsonaro. (Debemos recordarnos que Jair Messias Bolsonaro había comenzado su carrera política casi treinta años antes de las elecciones de 2014.) Con un fuerte apoyo de los movimientos populares antes mencionados y una exposición sustancial en las estaciones de televisión, fue visto como un mártir por los votantes enojados por la reelección de Dilma Rousseff. Y la gran oportunidad de Bolsonaro llegaría.
Con las fuertes crisis políticas y económicas que asolaban el país, el dramático aumento del desempleo y la disminución del poder adquisitivo de los consumidores (que fue una de las estrategias de PT² para ganar el electorado a expensas de una política de conciencia popular y mejoras en el bienestar social), a la presidenta Dilma Rousseff le fue imputada a una investigación cuestionable sobre el “pedaleo de impuestos” (pedaladas fiscais). Con la inminente derrota, la entonces presidente, después de haber sido elegida democráticamente y por no cometer un delito de responsabilidad ninguno, no hizo la voluntad de la élite económica del país de renunciar.
Mientras tanto, los partidos considerados de centro y de los que coqueteaban con la derecha pudieron tomar sus banderas con tranquilidad. Asertivos de la victoria contra la democracia, vieron crecer su popularidad y personajes de una intelectualidad cuestionable como Joice Hasselmann, Alexandre Frota, Olavo de Carvalho, entre otros, comenzaron a respaldar la figura de Bolsonaro que, habiendo atrapado Mesías en su nombre, fue el nombre planteado por los líderes evangélicos y católicos como futuro presidente.
La laicidad de la Constitución del país no fue suficiente para que Bolsonaro pusiera como lema “Brasil sobre todos, Dios sobre todo”. Las viudas de Aécio Neves vieron en la figura angelical bolsonarista su instrumento de victoria contra el proyecto político del PT de una intervención comunista que no ha sido configurada en casi 15 años de gobernabilidad.
En 2018, Bolsonaro perdía ante Lula en las previas de las elecciones de octubre. El expresidente ganaría tranquilo en la primera ronda, sólo amenazado por Bolsonaro, que no alcanzaba en intenciones de voto la mitad de Lula. Sin embargo, hubo tres sucesos cruciales para la victoria de Bolsonaro ese mismo año: 1) la prisión de Lula; 2) la colución con el <<héroe>> de la derecha brasileña, el entonces juez Sérgio Moro; y 3) la “puñalada” de Adelio Bispo de Oliveira. Listo: Bolsonaro se convirtió en un mártir.
Y la gobernabilidad del presidente estamos disfrutando hasta ahora, mayo de 2020.
Bolsonaro es un fenómeno porque incluso después de la participación de su familia en la muerte de Marielle Franco y su foto con uno de los asesinos, incluso después de las numerosas noticias falsas disparadas durante las previas de las elecciones de 2018, incluso después de la salida de Sergio Moro del gobierno para afirmar que el presidente quería estar al tanto de las investigaciones de policía federal y pondría en el liderazgo de la institución un amigo de su familia incluso después de aclamar y honrar un acto bárbaro por la democracia brasileña que fue la dictadura militar que mató a miles de personas, hay personas que permanecen firmes con él. Hay gente que todavía cree en esta figura mesiánica y que él traerá la salvación al pueblo brasileño.
Bolsonaro es un fenómeno tan viral como COVID-19: la diferencia es que es perjudicial para la salud mental y los síntomas son los mismos que la enfermedad del fascismo.
¹Partido da Social Democracia Brasileira
² Partido dos Trabalhadores